domingo, 31 de marzo de 2013

Ideal, volunad y locura



    La argentina es un país que tiene individualidades descollantes: Lionel Messi, el mejor jugador del mundo; Máximade los Países Bajos, pronta a asumir como reina en una de las monarquías más queridas; Jorge Bergoglio, papa, hoy cabeza de una de las religiones más importantes; Juan Maldacena, eminente físico y alma Mater de la realización del principio holográfico. Vivos, Argentinos. No cito más para no hacer agobiante la lista; y por la misma razón, no menciono a los muertos.
    Esta reflexión pertenece al periodista Nelson Castro, médico neurólogo Argentino que terminó por abocarse al periodismo. Cualquier compatriota que haya leído hasta acá, debe de haber inflado su pecho como un sapo, irguiéndose de un orgullo inusitado. Pues bajense del caballo amigos, porque la realidad es que no somos nada, y de seguir así, tampoco lo seremos.
    Hay varios países que admiro,  por una razón u otra. De algunos sé más que de otros, y dentro de mi ignorancia, trate de abstraerme con fuerza para ver como ellos han forjado su esqueleto y construido su historia. Son sólo especulaciones, totalmente subjetivas, así que a la hora de leerlas, no se olviden esto. Se me ocurre que las cosas importantes a tener presente para la concreción de un país próspero, son los ideales, el trabajo voluntario y los lideres locos. 
    El conjunto de individualidades nunca harán lo que un grupo de personas que trabajen por un bien común, por un ideal. Y justamente, creo yo, que eso es una de las cosas que nos esta faltando. Un ideal.  José Ingenieros, padre del positivismo lógico en la región, nos dijo que los ideales son formaciones naturales que se conciben cuando la función de pensar, alcanza tal desarrollo, que la imaginación puede anticiparse a la experiencia (José Ingenieros, el Hombre mediocre1913) En otras palabras, nos dice que sólo pensando, sólo siendo inteligentes, es que podremos generar ideales; los cuales son mejoras sociales para el bien de todos y vistas por la gran mayoría de ese modo. ¿Difíciles de hallar verdad? Pero es la base. Sino piensen en la revolución Francesa y sus ideales de “Libertad, fraternidad e igualdad”, pilares de las republicas modernas.
    El ideal es un pensamiento consciente, un plan en base al saberse en un punto especifico de la historia y teniendo la ambición de llegar a otro. No hay muchos ideales dando vueltas, y menos aún, ideales que sean reconocidos por toda la comunidad. Pero una vez forjado el ideal, se debe concretar. Y para eso se necesita del trabajo voluntario, no remunerado. Hace poco hablando con mi gran compañera, me dijo una frase que se me ha grabado a fuego. El trabajo voluntario debe ser realizado con mejor desempeño que el obligado, porque, justamente, se hace porque se quiere.
     Apoyemos esa visión con una revolución. En 1956, partieron de Uxpan, Veracruz,  México, ochenta y seis guerrilleros amontonados unos encima de otro en un barco saturado de insumos y armas, rumbo a Cuba. Tres años después, el movimiento 26 de Julio derrocó al dictador Fulgencio Batista. Todo con la fuerza de los ideales y del trabajo voluntario. Pero aún nos esta faltando tratar un punto, a mi entender, esencial, y este es, el de los lideres locos.
    Waler Isaacson, en su biografía de Steve Jobs (Waler Isaacson, Steve Jobs, 2012), decía que
los líderes educados y corteses, que se preocupan por no molestar a los demás, resultan, por lo general, menos eficaces a la hora de forzar un cambio. Cuando pienso en líder, pienso en Abraham Lincoln. Por muchas razones. Fue un hombre que perdió a su madre a los nueve años, viéndose obligado a trabajar desde entonces; que se hizo abogado gracias al aporte del destino, que le otorgo en el fondo de un barril unos libros de derecho (tan real cómo lo que has leído) Alguien que a los veintidós quedó en banca rota y a los veintiséis, casi por casarse, quedó viudo (Si es que se puede adquirir tal condición antes del matrimonio)  Un tipo que pasó seis meses en cama a los veintisiete años debido a una crisis profunda (¿Quién no la habría tenido acaso?) Que fue derrotado a los veintinueve años en su candidatura como representante de su estado, a los treinta y seis en las elecciones al congreso; a los treinta y siete, de nuevo, y a los treinta y nueve  OTRA VEZ, y perdiendo luego las elecciones como senador. Además, un ser que más tarde, a los cuarenta y siete años logra menos de cien votos para llegar a ser vicepresidente… y que a los cuarenta y nueve, es derrotado una vez más en las elecciones del  senado. Así y todo, al llegar a la presidencia, impregnado de sus ideales y rodeado de la voluntad de miles, decide concretar una locura para la época, y llevar a cabo la abolición de la esclavitud. Locura, que le costó la vida según se entrevé en la película biográfica que le dedicó Steven Spielberg. Si a este hombre no le podemos atribuir la etiqueta de líder loco, entonces no se lo puede hacer con ninguno.  
    Lo interesante de esta clase de visionarios no sólo es lo que logran ellos y su grupo, sino que en su ejemplo se irgue una extensa red de personas que toman su moral y ética e intentan hacerla propia, generando nuevos cambios, nuevos procesos renovadores, reanudando el ciclo. Por eso es sumamente importante que cada paso esté integro y concluso.
    Ideal, voluntad y locura, los Argentinos necesitamos de ello. 



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