domingo, 10 de marzo de 2013

Adaptaciones fisiologícas al deporte

    Hace más o menos una semana, mientras nadaba en el gimnasio de la Universidad Nacional de Rosario, me ocurrió algo que no fue noticiable, pero que nos posiciona en el tema de hoy. Resulta que estaba solo en mi andanivel. Así  fue hasta que, a unos 15 minutos de haber comenzado, veo que una señora, de unos sesenta y pico de años, amaga a tirarse conmigo.


-Señora, los andaniveles de la tercera edad son aquellos- Le dije amablemente, señalando el lugar donde estaban todos los abuelos haciendo acua-gym.
Me mira. Pero no me habla. Se sienta tranquila en el borde de la pileta, se pone el gorro, las antiparras y salta al agua. ¿Me habrá escuchado? pensé.
-Salís vos o salgo yo- me dice al fin y en buen tono.
-Mejor voy yo- le contesté ni lento ni perezoso. No quería tener que bajar mi ritmo por nadar detrás de ella. Y salí. Y nadé los primeros 100 metros...y nadé los segundos 100 metros... y llegué al bloque de 600 m. Me detengo y la señora venía detrás mío.
-tengo 66 años. Hace 55 que nado nene....
     No hace falta decir como quedé yo y que esa señora, es el acorazado Potemkin en persona. Dos cosas me llamaron la atención de ese hecho. Primero, un dato que es color, que sólo embellece al deporte que tanto amo. Sucede que esa señora, en tierra, caminaba con dificultad, aquejada por la carga que la gravedad le impartía a sus cansados huesos. Para cada paso se tomaba su tiempo. Además no tenía una figura atlética,
sino más bien una silueta hipo tiroidea, algo robusta. Y sin embargo, el agua le propició un medio lejos de las inclemencias de la superficie. Allí, la gravedad, si bien estaba, sólo se expresaba a través de la densidad del líquido sobre el que se sumergía, haciendo desaparecer las pesadas cargas. La natación, al no ser un deporte de choque (choque del suelo con la planta de los pies o de cuerpos unos contra otros) brinda un ambiente próspero para la actividad física de aquellos que por algún mal (genético o adquirido) nos vemos imposibilitados de hacer otra cosa.
    La segunda característica que me impresionó, fue el hecho de que un adulto joven (Hola!) tuviera un rendimiento similar al de una mujer de la tercera edad. Podría pensarse (con todo derecho y casi con absoluta certeza) que el culpable de que la señora haya mostrado tales aptitudes, no fue más que mi paupérrimo estado físico. Así podría ser, pero tengo que decir en mi defensa que en nado libre, soy un mediocre ameteur del promedio, ni más ni menos. ¿Entonces? La respuesta esta en la fisiología deportiva.
    Para una mayor comprensión del tema, vamos a dividir al deporte en tres partes: La energía, la fuerza y la resistencia. Claro está que es un todo indivisible, pero a los fines prácticos del objeto de estudio (¡La señora nadadora!) nos puede ser de utilidad.
    La cantidad de calorías que una persona consume sin hacer absolutamente nada, a esto se llama, metabolismo basal, aumenta un 100 % cuando se padece fiebre, mientras que con el ejercicio físico, lo hace en un 200 %  (Jhon E. Hall, 2007) La pregunta obvia, parecería ser de dónde sale esta energía.
    La unidad básica de energía de nuestro organismo es el Adenosin Tri Fosfato , ATP -las mismas siglas que se utilizan para clasificar los films que son "Aptos para todo público" en mi país-  todo lo que hacemos, desde caminar hasta cantar, requiere ATP. Lo que varía es de donde se obtiene. Así, tenemos ATP suelto en el músculo , que se nos gasta a los 3 minutos de un ejercicio máximo; tenemos aquel que se obtiene a través de un sistema denominado con el rimbombante apodo de "Sistema fosfágeno de energía" , que genera ATP a partir de una molécula conocida como fosfocreatina , que sólo nos da unos 10 segundos más de energía -suficientes para una carrera de 100 metros-  y, el más importante y duradero, el que se obtiene a partir de la glucosa (Horacio E. Cingolani, Alberto B Houssay 2008) Para generar ATP necesitamos del oxígeno presente en el aire, sólo pudiendo prescindir del mismo por un corto periodo de tiempo sin que a uno le lleguen los temidos calambres. En otra oportunidad hablaremos sobre este tema.
    Una vez que tenemos la energía, se necesita la máquina que haga uso de ella y la transforme en fuerza. Nuestra máquina es el músculo. Lo que el ATP viene a hacer en las células musculares (llamadas también fibras musculares) es activarles el interruptor de "Contraído" Así, cada molecula de ATP va a interaccionar con los componentes básicos del músculo (las mio -de musculo- fibrillas: Miofibrillas) dándoles la orden de actuar. Como en el cuerpo humano hay 650 músculos (Rouviere 2007) el trabajo de cada uno de ellos (¡cada uno formado por millones de células musculares!) debe ser coordinado, función de la cual se encarga aquello que albergamos entre las orejas (si pensaste en cera, te hace falta un baño)
    Lo maravilloso del cuerpo humano, es que lo que no se usa se atrofia, pero aquello que utilizamos con moderación, crece. El tejido muscular puede aumentar considerablemente de tamaño, si  los músculos se contraen con al menos 50 % de su fuerza máxima varias veces al día, tres veces a la semana, produciendo un aumento óptimo de la fuerza que son capaces de generar (Jhon E. Hall, 2004) y obviamente, de su tamaño. Lamentablemente para las mujeres, la masa muscular de ellas, sólo puede igualar, en 2/3 o incluso 3/4 la fuerza que un hombre entrenado es capaz de efectuar.
    Ya hablamos de energía y de fuerza. Pero las adaptaciones más impresionantes, se dan en el ámbito de la resistencia. Cómo dije más arriba, la división en tres partes de la fisiología del deporte, es sólo a fines instructivos, se entiende que más energía y más músculo, van a devenir, la mayoría de las veces, en más resistencia; pero hay cuestiones especificas de este punto que merecen destacarse.
    La formación de energía se da por la obtención de ATP de distintas fuentes. Estas fuentes lo liberan gracias a la acción de unas moléculas llamadas enzimas. Para que se entienda, si uno camina diez cuadras, puede tardar diez minutos; en bicicleta cuatro minutos o un minuto en un coche particular: Las enzimas son los aviones.  Aceleran el proceso cientos de veces, permitiendo que la energía se genere más rápido y de formas más eficientes. Un ejercicio prolongado y constante en el tiempo puede aumentar hasta un 20 % la cantidad de enzimas involucradas en la  formación de ATP (no es poca cosa, dada la velocidad a la que estos elementos trabajan)
   Otro cambio importante que se da en los atletas entrenados, es el incremento en el tamaño del corazón. Recordemos que el corazón es una bomba cuya función es la de hacer llegar sangre a los distintos tejidos. Durante el ejercicio, la demanda de sangre por parte de estos se incrementa unas 25 veces. Así, un corazón más grande, nos permite llevar más nutrientes y oxígeno hacia estos, haciendo que su rendimiento sea óptimo por una mayor cantidad de tiempo.
    No podemos terminar el apartado de resistencia sin mencionar el aire. Todo aquel que haya tenido una vida sedentaria ha sentido la falta de él hasta para subir una escalera. En realidad no es aire lo que nos falta, sino oxigeno (que sólo es un 21 % de lo que respiramos) El recorrido que hace éste hasta los tejidos, es sencillo. A los fines prácticos, pasa desde los pulmones a la sangre y de allí a los tejidos para ser utilizado. El pasaje de oxigeno desde los pulmones a la sangre, se llama difusión, y esta aumentado considerablemente en aquellas personas que practican deporte con asiduidad.
    Ahora sí podemos volver a ver a la señora y entender qué fue lo que pasó. Con 55 años de deporte encima, sus músculos estaban perfectamente adaptados al trabajo que realizaban periódicamente; poseía enzimas en cantidades mayores que alguien no entrenado y con fibras que eran sostenidas metabólicamente por un corazón preparado durante años para dicha tarea;era alguien que tenía una capacidad pulmonar superior producto del requerimiento al que sus tejidos fueron sometidos por todo ese tiempo ,que obligaron a sus pulmones a adaptarse a la creciente demanda, y , podemos afirmar  casi con certeza, que tenía una dieta en consecuencia. Alguien que por tanto tiempo práctica un deporte, supongo yo, se adapta no sólo desde lo fisiológico, sino también en lo cotidiano.
    Ahora si, después de saber esto, todos los que alguna vez nos hemos visto en una situación similar, podemos dormir tranquilos.

Bibliografia:

  1. Jhon E. Hall, Ph. D, Guiton and hall, compendio de fisiología médica, decimoprimera edición, España, El Sevier, 2007
  2. Horacio E. Cingolani, Alberto B. Houssay y coalboradores, Fisiología Humana de Houssay, séptima edición, Buenos Aires, El ateneo 2008
  3. Rouviere, H y André Delmas, tratado de anatomia humana, topográfica descriptiva y funcional, España, El Sevier, 2008
   
   
   

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