sábado, 23 de agosto de 2014

Animoplastia

-Buenos días, ¿Cómo está Sr Milstein, cómo lo trata la vida?-saludó a modo de bienvenida el facultativo, a la vez que se levantaba para darle la bienvenida a su paciente.
-Mal pero acostumbrado, como decía un Rosarino famoso- le contestó el hombre estrechandole la mano. Tenía unos sesenta y tantos años.
-Siéntese por favor Sr...
-Rodolfo, Doctor, digame Rodolfo -lo interrumpio.
-Entonces usted dígame Carlos, Rodolfo. Cuénteme, ¿Qué le anda pasando?¿En qué lo puedo ayudar?
-Mire Carlos, sucede que hace un tiempo que vengo notando algo raro -El médico guardó silencio esperando a que prosiguiera, mientras escudriñaba los detalles de su lenguaje corporal- Vengo notando -entrecerró los ojos como si estuviera afinando su puntería- que algunos de mis sentimientos son demasiado grandes.
-¿Cómo es eso Rodolfo?
-Claro, por ejemplo, tiendo a ser demasiado odioso en situaciones que no corresponden -hizo un silencio breve y prosiguió- tengo odiomegalia.
El médico, acostumbrado a los delirios, quedó sin palabras.
- ¿Odiomegalia? -Carlos tuvo que contener sus modos para tapar bajo su cara cualquier atisbo de sonrisa
-Verá, hace un tiempo vengo sospechando que las emociones son carne en mí. Dos son las con las que he vivido todos estos años, y se dará cuenta, que me refiero al amor y al odio. Pero mientras el amor se me ha ido atrofiando; cómo todo lo que he dejado de usar, tantos años de vivir en éste terrible planeta me han hecho desarrollar el odio hasta proporciones insospechadas. Tal es así Dr, que estoy sufriendo un síndrome compartimental. El odio, hipertrofiado, está comprimiendo todas las otras emociones,  destruyéndolas una a una y dejándome con un patrón muy limitado de respuesta.
El médico no atinó a decir absolutamente nada. Lo habían instruido para no interrumpir y dejar que el silencio fuese tan incomodo que obligase al paciente a romperlo con su relato.
-Por ejemplo, el otro día estaba en el cumpleaños de mi nieta. Estaban todos los chiquillos jugando, corriendo, tirándose agua, espuma, papeles de colores, haciendo ruido Carlos. En otra época, habría corrido con ellos, habría jugado y reído con la misma fuerza. Pero ahora, me molestaban. Me irritaba que fuesen tan gritones, tan despreocupados e irrespetuosos. Mire cómo me hace poner el simple hecho de evocar el recuerdo -concluyó Rodolfo agitado- Así que creo que necesito una animoplastia Dr, y de urgencia.
Ésta vez el silencio no fue al propio. El paciente esperaba respuesta, pero el médico, no las tenía. En sus veinte años de psiquiatra, jamás había escuchado tal disparate. ¿Odiomegalia?¿Animoplastia? Empezó a batir frenético los dedos contra la pantalla de su tablet, buscando todo aquello que pudiera explicar semejante delirio. Medicación, estudios previos, cirugías. No había nada.
-Fíjese Carlos que ni siquiera mi hija me quiso acompañar -prosiguió Rodolfo, siendo el encargado de romper una vez más el silencio- está tremendamente ofendida porque ayer le dije que si seguía comiendo de manera tan despreocupada ya no le cabría más nada. Que hasta a su marido, feo entre los feos, le parecería fea.
-Rodolfo, ¿Cúanto hace que empezó con estos síntomas?
-Y, más o menos cuando falleció mi esposa. Hace unos años. Ella era la que mantenía al amor de tamaño normal; y al odio a raya.
-Y dígame, ¿tiene algún otro síntoma?
-¡Pero no le parecen suficientes los que le dí!
-Me refiero a dolores, dificultad para dor...
-Dr, usted no sabe de lo que le estoy hablando ¿verdad? -Rodolfo comenzaba a ofuscarse y el médico iba perdiendo su autoridad- vine con un diagnostico y le dije cual debería ser el tratamiento. ¿Me puede curar?
-Acuéstese en la camilla-le indicó a la vez que se ponía de pie-
Rodolfo se levantó rápidamente de su silla y a tientas, paso a la camilla ubicada en el costado izquierdo del consultorio, justo detrás de un biombo que tenía estampado un mapamundi.
-Quítese la camisa por favor, y acuéstese boca arriba, vamos a realizar una animoplastia -No había terminado de decir esto y el paciente ya había seguido todas las instrucciones que el médico le había dado. Incluso más, ya que también se había quitado el pantalón.
-Esto puede que le duela un poco Rodolfo
-Tranquilo, usted haga lo que tenga que hacer.
El problema era justamente ese ¿Que tenía que hacer? Con seguridad, comenzó a retorcerle los pezones, jalarle los pelos del pecho y el abdomen (y sacando algunos) siguiendo la linea media. Prosiguió  metiendole sus diez dedos, de a uno por vez, en el ombligo para terminar el procedimiento con unas palmaditas en el pecho, a la altura del corazón.
-Listo Rodolfo, extrajimos todo el odio, pero esto lo vamos a tener que mandar a analizar a anatomía animologica. De hecho ya lo mandé
-Si si claro Dr, claro. Me siento mucho mejor.
-De seguro, vístase tranquilo.
Mientras el anciano se vestía detrás del biombo, Carlos iba completando la historia clínica.
PRIP PRIP PRIP
El celular. "Olvidé ponerlo en silencio" se dijo automaticamente Carlos.
-¿Y eso Dr?
-Me avisaron de anatomía animológica que los bordes están limpios, hemos extraído todo el odio.