jueves, 5 de junio de 2014

Donde nace la perseverancia

Es frecuente que ocurra. De hecho, la mayoría de las veces sucede así. Se da que uno lo deja todo, que uno se lo juega todo, y  el esfuerzo se diluye y los objetivos no se alcanzan. Sin embargo, se sigue. Nunca se abandona. Se aprieta duro los dientes, y la marcha continúa.
Está en la naturaleza de nuestro ADN. Es una parte importante de nuestra especie. El no rendirnos nos ha permitido llegar hasta donde estamos. Creo que también, esta obstinación innata, es la causa de muchas de nuestras penurias. Pero por algo es que la naturaleza nos ha dado la llama de la perseverancia, y por algo es que debemos mantenerla encendida, porque el día que se apague, lo que se apagará es la vida.
¿Pero cómo y cuando llego el instinto de perseverancia? Para responder a ésta pregunta, debemos enfocarnos en la evolución de nuestro cerebro.



Existía una teoría interesante,perteneciente al eminente neurocientífico Paul MacLean  (hoy en desuso y refutada por los estudiosos de la anatomía comparada) muy esquemática, que planteaba que el cerebro humano esta conformado por tres estructuras pertenecientes a tres estadios evolutivos diferentes: El cerebro reptilico (Nuestro tronco encefálico y cerebelo) el sistema límbico (presente en los mamíferos en general) y la corteza nueva (La de los mamíferos superiores)

¿Cuales serían las necesidades más básicas, las que uno debería suplir para sobrevivir? Respirar, hacer latir el corazón. Todo eso se encuentra en la estructura más simple, el tronco encefálico. Sin el tronco, donde se hallan,  por ejemplo, los núcleos de la respiración (entre muchas otras estructuras nobles) no se puede vivir, y una vez que se destruye, cómo toda neurona, no se recupera jamás.  Esto es lamentablemente lo que le ha sucedido a Gustavo Cerati, cómo vimos en "Poder decir adiós" Acompañando al tronco encefálico, se halla el cerebelo, que es el encargado de mantener la postura y el equilibrio con pequeños ajustes imperceptibles, además de facilitar la marcha (esencial, por ejemplo, para la cacería o la huida) Estos dos órganos serían las que conforman el cerebro "reptil".

Aquí podríamos terminar éste relato, diciendo que es en éstas dos estructuras donde nació, hace millones de años, la necedad humana. Sin embargo, no es así. Ésta estructura sólo trajo consigo el instinto de supervivencia, pero, acaso, ¿han visto a un cocodrilo intentar algo que ponga en riesgo su vida? Jamás un animal de éstos, por más hambriento y desesperado que éste, va a anular éste sentimiento innato de querer seguir viviendo. Un cocodrilo no arriesgará su vida a menos que sea estrictamente necesario para no perderla.

El sistema límbico, el siguiente "estadio evolutivo", compuesto por el núcleo amigdalino, el hipotálamo y el hipocampo, viene a agregar un sistema de emociones al ya complejo sistema de supervivencia. Nos agrega el instinto sexual y una razón más por la cual apostar la vida: el sexo. Sobran ejemplos en la naturaleza de los rituales extremadamente agresivos que llevan a los animales a arriesgar su vida por una oportunidad de procrear. Basta citar el ejemplo de las tensas batallas de las jirafas, las cuales entrecruzan sus cuellos y se baten a violentos duelos de horas, chocando una y otra vez sus cabezas hasta que una de las dos se rinde, o muere.


Pero en los seres humanos, no todo se hace por sexo, ya que una vez que hemos conseguido nuestra pareja, se podría decir que el objetivo ya ha sido alcanzado. También, cabe agregar, que uno  se rinde en éste aspecto, lo cual, genera ese doloroso y tan conocido "mal de amores"  Ésta claro, aquí no se encuentra la necedad, sino más bien los sentimientos que ésta genera. Un dato color, es que las orcas, son los animales del mundo que más desarrollado tienen éste sistema. ¿Se imaginan con la intensidad con la que deben sentir cuando les arrebatan a un miembro de su camada.



Sólo nos queda una estructura. La corteza nueva. Ésta se halla plegada sobre si misma, formando cisuras, que aumentan enormemente su superficie y que permiten a su vez hacer divisiones topográficas (Lóbulos temporales, parietales y los lóbulos frontal y occipital) generando una red compleja de neuronas que nos permiten interpretar el medio ambiente de una forma única. Es la estructura que nos permite relacionarnos, hablar, escuchar, ver y abstraernos. Es lo que le da sentido a los seres humanos como especie. Y, claro ésta, es lo que nos lleva a no rendirnos nunca. Porque, justamente, es lo que le da sentido a los sentimientos.

Queda claro a estas alturas que el lugar donde nace la perseverancia, es en la estructura más compleja a la cual tenemos acceso. Ese es el lugar donde se trazan los objetivos y donde se viven los desafíos, objetivos y desafíos que no siempre son comprendidos por todos y para los cuales algunos están dispuestos a entregar más que otros. El poder de la mente, realmente, es el de permitir sobre ponerse a las adversidades encontrando soluciones prácticas para sortearlas, o justificaciones ingeniosas para tolerarlas.  Ahí es donde nace, anatómicamente, la perseverancia.