viernes, 5 de septiembre de 2014

Momento "Click"

Hace unas semanas  estuve en el Paruqe Nacional Iguazú. Obviamente, volví embelesado. Fue allí donde tuve una revelación, un momento "Click".  Estaba sentado en el patio de comidas , sólo, meditando y prestando atención a los detalles. Tratando de armarme una imagen mental del momento que no quería que acabase nunca. Había unos preciosos animales a mi alrededor, sumamente extrovertidos y desvergonzados. Eran Coaties (Pizotes en Costa Rica).



Por todos lados había advertencias acerca de no alimentarlos. Sin embargo, la gente les brindaba porciones generosas de galletas, sanguches, empanadas y demás colaciones. Ellos, ajenos a la legislación, tomaban cada una de éstas ofrendas muy animados. Incluso sucedió algo gracioso. Una pareja de coreanos se sentó a degustar un paquete de Lays  (o por lo menos, esa fué su intención) Se acercaron a una mesa, lo apoyaron sobre ella para correr las sillas y acomodarse, y en ese ínterin un coatí, con una agilidad extra ordinaria, saltó del suelo al apoya brazos, del apoya brazos a la mesa, se abrazó al paquete de papitas y corrió cómo si se hubiera hecho con el secreto de la vida eterna. Detrás de sí lo persiguieron otros veinte coaties, hasta que se internaron en el bosque. Los perdí de vista, pero podía oírlos chillar (y pelear) por el botín.

Ese fue el momento. Traté de imaginarme  éstos animales en su estado salvaje. Son mamíferos, omnivoros sociables (viven en grupos de 5 a 20) por lo que supuse que pasarían sus días escapando de depredadores (cómo el yaguareté) viviendo en los árboles y pariendo crías cada 65 días.  Pero había algo extraordinario en ellos, cómo también lo hay en nosotros. Su cerebro. En menos de 100 años (el parque nacional iguazú se fundó en 1934) éstos animales se vieron sometidos a un cambio inmenso en sus estilos de vida, en su ambiente, y sin embargo se adaptaron. Todo gracias a su cerebro, el cual les permitió con inteligencia beneficiarse de ésta situación, que con toda probabilidad llevó al limite de la extinción a otras especies. Estas criaturas nos incitan a que los alimentemos, nos seducen. Caminan entre nosotros y sobre nosotros cómo si fuésemos sus fieles sirvientes. ¿Cuanto les habrá llevado concluir en que, por lo menos allí, no eramos peligrosos para ellos? Es notable también, que las habilidades adquiridas son transmitidas de generación en generación. Digo ésto a modo de especulación, sin ningún argumento sólido, simplemente por haber observado a los más pequeños especímenes participar activamente de las colectas.

Quizá, cuando nosotros no estemos (creo que muchos animales cuentan con mayores herramientas para sobrevivir en un medio ambiente tan cambiante) sean los prociónidos (familia a la que pertenecen los coaties y los mapaches) quienes pueblen la tierra, en una de esas con mejor suerte y más consciencia que la nuestra. El momento revelador, hermoso, mágico, fue ese en el que entendí que nosotros también estuvimos allí hace millones de años. Fue como una ventana en el tiempo. ¿Habremos robado comida a algún otro animal más desarrollado?¿Nos habrá alimentado alguien?