lunes, 29 de abril de 2013

La politica de mi infancia



    No han parado de darme vuelta por la cabeza frases y comentarios de mis referentes. Favaloro, mi máximo ídolo en lo humano y en lo médico, decía allá por los años 90, “Si San Martin viviera, caparía a lo paisano a varias generaciones de mandantes”  Otra que también se dignó a opinar sobre la clase dirigente, fué Ayn Rand, autora de uno de mis libros favoritos, “la rebelión de Atlas” Ella comentaba cada vez que podía, que la prostitución era la segunda profesión más antigua y que ciertamente, se parecía mucho a la primera… ya sabrán a cual se refería ¿Verdad?
    Después de una semana en que estás frases han estado como taladro neumático trabajando sobre mis neuronas, quiero recuperar la inocencia. Quiero volver a ser chico. Quiero recuperar mi mentalidad simplista de la época de jardín. Ahí me podía explicar todo, y lo que no, me lo enseñaba mi abuela o mis tíos, siempre dispuestos a escucharme con atención y a darme su opinión más sincera.  En muchas cosas estaba equivocado, pero por lo menos no lo interpretaba de ese modo. Todo lo que empezaba, concluía con un final lógico. Recuerde el lector que se pueda llegar a ofender: lógico para esa época, hoy puede que ya no piense tan así (en algunas cosas)
    Por ese entonces escuchaba la radio con esta mujer inmensa (mi abuelita) mientras ella cocinaba. Era plena época Menemista. Entre cada puteada que ella propiciaba (y créanme, el repertorio era inagotable) oía “lavado de dinero”. Desde mi óptica infantil me entraba la duda, ¿por qué van a lavar el dinero? ¿Qué buscarán? Si los billetes que uno mete al lavarropas salen todos arrugados y no sirven para nada. ¿Y a quienes afectaba el lavado de dinero? Seguro eran gente como mi pobre abuelo o como mi pobre papá; hombres comunes que lo padecían cada vez que se dejaban algún que otro vuelto en sus pantalones. Mi mamá había ido más allá, y su corrupción era tal que hasta lavaba documentos.
   Según mi abuela los corruptos eran los hijos de putas. Mis tíos muy instruidos, me explicaron que las putas, eran las trolas. Mujeres que se daban muchos besos con muchos hombres y que tenían más de un novio. En mi barrio había un montón de mujeres así. Incluso tenía compañeritas de jardín que tenían muchos novios. Yo, ni lento ni perezoso, salía con una compañerita que tenía más de dos novios. MÁS DE DOS. Sin lugar a dudas, esas mujeres, darían a luz a muchos corruptos.
    Otra cosa que era habitué en mi casa, era hablar de Perón. Y Perón, para mí, era un hombre con una pera enorme. Yo, algún día, sería un gran peronista si mi pera no dejaba de crecerme. Por dicha se estancó en el percentil 90 (para ser peronista debe estar por encima del 95)   
    Una palabra que yo escuchaba cada tanto era “milita en tal partido” o es “militante” de tal otro” Un militar para mí, era un soldado. Alguien que sólo recibe ordenes y que las cumple sin siquiera pararse a pensar cuales van a ser las consecuencias de que se logre aquello a lo que tan afanosamente se aboca. Después de un tiempo el militante pasaba a ser presidente y mandaba a los demás militares. Así se repetía el ciclo. Una vez, y otra, y otra.
    Alfonsín era un gran tipo, que militaba en la UCR (para mí, una escuela de fútbol), pero los de la CTA (una empresa de té ) no lo habían dejado trabajar tranquilo por los paros que le habían hecho, y lo habían obligado a renunciar. Un país que no tiene te, no llega a nada. Fíjense los ingleses, todo el arsenal militar que poseen, sin duda, patrimonio de los hectolitros de te que consumen a diario. Se ve que es importante el te para la soberanía de las naciones. Illia, según me decía mi abuela, fue el único presidente como la gente que tuvimos los Argentinos, que por cierto, era médico me comentaba.
    Y así era el mundo cuando tenía cuatro años. Feliz. Con explicaciones. Con cosas que tenían un porque. ¿No sería lindo volver a él?

lunes, 8 de abril de 2013

¿Se puede cambiar el mundo?

    Abril parece haberme agarrado con ganas de fantasear; de soñar. No sé si será el otoño y las hojas amarillas que van alfombrando las calles o los últimos días de calor veraniego, pero la realidad es que algo me hace pensar más de la cuenta en esto. ¿Se puede cambiar el mundo?¿Se puede hacer que no haya injusticias?¿Que los niños no sufran?¿Que desaparezca el hambre?¿Que no haya guerras ni muertes en vano?
    No somos los primeros en la historia de la humanidad, y menos aún seremos los últimos que nos hemos planteado este interrogante. Mujeres y hombres (notables) lo han hecho por los siglos de los siglos. Sin embargo, el mundo sigue igual. ¿Por qué? ¿Donde están fallando los Gandhi y los Guevara? Son actuales, nos inspiraron, pero más allá de su inmensa voluntad, fueron asesinados y su proyecto se desvaneció como una mota de humo de un fuego que aún no enciende. Un dato interesante, que quiero agregar más allá de que no venga al caso, es que el "Che" fue inspirado en su infancia por Gandhi. Magnos haciendo magnos.
    Volviendo al tema que nos compete, he notado que si uno consulta a un joven al respecto, le dirá que el problema esta en el sistema. Si le preguntamos a un adulto, nos hablará del "sistema capitalista" o del "sistema comunista". Pero si escuchamos a los ancianos, no hablan más que de la corrupción. Los invito a que hagan este ejercicio. Los únicos que logran personificar a los males del planeta, son los abuelos. Y si bien pueden no saber muchas cosas, ellos saben de la vida, que no es poco. Uno puede aprender lo que sea, pero en general la experiencia no se transmite. Ellos, en su conjunto, la tienen toda, son los grandes depósitos de saber pragmático.
    Así es que probemos apuntar a la corrupción. No sé como, no sé cuando ni donde, pero el día que se logre desterrar este mal tan humano, quizá estemos en  un mejor lugar. En una de esas los próximos héroes del mundo tengan que apuntar sus voluntades hacía allí. Sin embargo, lo tengo que decir, el mundo no se puede cambiar, porque es algo que ya existe. Podremos sólo emparcharlo o hacerle alguna que otra reforma. Uno puede trabajar sobre los cimientos, buenos o malos, e intentar construir su mejor obra sobre ellos. Me aventuro a pensar que ahí esta la falla de los grandes personajes de la historia: Quisieron construir el Musée du Louvre en un pantano.
    Más allá de este premeditado pesimismo, lo que si puede hacerse, es cambiar uno mismo su mundo; su pequeño mundo. Si la falla que hoy resuena es la corrupción, no seamos corruptos, no nos dejemos corromper, seamos fieles a la especie más que a nosotros  mismos. Nos jactamos de ser la única inteligencia que camina sobre estos lares, pero no existe otra criatura tan estúpidamente autodestructiva como el ser humano. Busquemos, ante todo, el bien común, que de ahí devendrá el propio.
    Para ir cerrando, se han preguntado qué dice la literatura sobre cambiar el mundo. Muchas cosas. Pero el único, por lo menos que yo haya leído, que ha tratado de manera precisa el tema complejo de la humanidad, la historia y la inevitable decadencia de la especie, es Isaac Asimov, el genio de la ciencia ficción, divulgador científico y uno de mis escritores favoritos. En su saga "Fundación" nos habla de un imperio ficticio, futurista, basado en el auge y la caída del imperio Romano. Plantea algo interesante, lo cual es que la humanidad esta destinada a eso, a transitar por ciclos y ciclos de auges , caídas, periodos oscuros, nuevos auges y nuevas caídas.... una y otra vez. ¿La solución? la fundación de una comunidad denominada "Fundación" , alejada de estas nimiedades, abocada a la formación de una comunidad prospera, científica y altruista,  que, llegado el momento, terminará por conquistar a la decadente rama de humanos mezquinos y resegados. ¿Loco verdad? Por lo menos en la ficción, este notable hombre, construyó el louvre lejos de los pantanos.